


Yo estaba en estado de Carlitos. Me hicieron una despedida donde Sonia P. Minerva asistió y leímos de broma la tablita. Fue una tarde muy agradable.
El 13 de mayo partimos al este y Carlitos nació el 23 de junio. En seguida hice una gravedad que me mantuvo un mes inmóvil en el hospital. Al día siguiente al internamiento recibí un telegrama de Minerva: "Congratulaciones varón. Votos restablecimiento Tamara". Ella vivía en la capital por sus estudios y en Montecristi ellos ocupaban la casa que nosotros habíamos dejado.
En septiembre trasladaron a Carlos a Montecristi de nuevo y quedamos viviendo frente a frente. Siempre cruzabamos de una casa a la otra a sentarnos en las galerías y tomarnos un traguito. Allí fue cuando todos descubrimos lo bello que recitaba Minerva.
También íbamos de pesca los cuatro, y mientras los hombres desmontaban el equipo de pesca, que a veces les tomaba más de media hora, nosotras nos quedábamos en el auto leyendo poesía o cosiendo para nuestros hijos.
Teniendo su doctor de confianza y ella estando en estado de Manolito, Minerva partió a Salcedo, su pueblo. Carlos me llevó a bailar al Melódico Bar, donde copié la canción "Encadenados" en una hoja y se la puse a Carlos en su cartera.
Cuando nació Manolito, Patria, la hermana mayor de Minerva, me envió un telegrama para informarme la buena nueva. Era 1958.
Una vez me topé en Boca Chica con María Teresa, la hermana menor y nos entretuvimos hablando de Minerva. Carlos tuvo que hacer un curso de un mes en San Cristóbal y yo aproveché y me fui a Santiago con los niños a durar ese tiempo con mis viejos. María Teresa vivía en Santiago para entonces y nos juntamos las tres en su casa. Otra vez María Teresa me fue a buscar para ir a Salcedo, tierra que yo aun no conocía y Minerva estaba allá. La encontramos donde su hermana Dedé y de allí ella y yo partimos a Tenares (donde Patria) y le dije que el 23 Carlos y yo cumplíamos años de casados y lo celebraríamos en la capital, donde María Elena. Minerva estaba algo enferma.
Volvimos Carlos y yo a Montecristi. Después regresaron ellos y todo volvió a ser como antes, por lo menos hasta julio del 1959.
El fin se avecinaba.
Un día fuimos en bote a pasear Manolo, Minerva y yo. No recuerdo donde estaba Carlos. Ella recitaba "Oda al Niágara" y Manolo nos acarició a ambas las cabezas y dijo:
-No pueden negar que son igualitas, si tienen hasta la misma cabeza.
Otro día Manolo me dedicó la canción "Encadenados" que Carlos tenía copiada en la cartera. El se paró en la puerta y me la cantó, pues ciertamente cantaba muy lindo.
Los recuerdos bonitos eran cada vez menos.
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