viernes, 6 de marzo de 2009

FAMILIARES Y AMIGOS ALREDEDOR DE TAMARA

Mami vió morir a sus padres y dos de sus hermanos. Mi tío Ambiórix casó con Camelia C. y tuvieron cuatro hijos: Xiroibma, Alberto, Vianela y Raúl. Ambos tíos están fallecidos. Tío Amiris, también fallecido, casó con Nancy F. y tuvo tres hijos: Tomoris, Amiris y Néstor. Tía Vielka, la única que los ha sobrevivido, casó con Rafael B. y tuvo cuatro hijos: Laura, Vielka Milagros, Rafelito y Rosa. Luego se divorció. Rafael falleció y tía casó entonces con Roque B., con quien tuvo a Roquetín. Luego se divorciaron.
Todos, a exepción de Tomoris, Rafelito y yo, ya han formado familia.
Hablaré brevemente de los recuerdos que poseo de ella, la mayoría jocosos. Por ejemplo, en 1972, viviendo en la calle Pedro Henríquez Ureña en una segunda planta, el cuarto de servicio quedaba al lado de una escalera que daba al patio, pero esa escalera y el cuarto estaban separados por un enorme vacío que daba a un duro concreto. Una noche mami decidió darle un susto por la ventana a mi niñera y a Alicia, la ex niñera de Tamarita que aún vivía cono nosotros. Para dar el susto, debía saltar de la escalera a un pequeño murito que estaba bajo la ventana de esa habitación. Midió la distancia mal y cayó al vacío rompiéndose ambas piernas. Subió las escaleras hacia la casa sentada, escalón por escalón y apoyándose por los brazos. Alegó que estaba inspirada pintando la noche y resbaló. La verguenza no la dejaba decir la verdad.
En 1979, en el tiempo que la ciudad estuvo sin electricidad por los daños causados por el ciclón David, mami y una vecina, Maritza, se dedicaban a poner árboles y ramas caídas en medio de la calle y ya entrada la noche, para que los vehículos tuvieran que detenerse a quitarlas. O también otras bromas, como preparar un muñeco bastante real y ponerlo acostado en la oscuridad de las escaleras del edificio, dando la impresión de ser un borracho dormido. Nadie se atrevía a cruzar hacia los pisos superiores.
Experta maleante en los supermercados, mami era el terror de los chocolates Perugina, sus preferidos. Tomaba una caja desde que entraba al establecimiento y se los iba comiendo mientras hacía las compras. Solo que colocaba la caja vacía donde mismo la tomó llena y se olvidaba de ella. Eso estaba mal, lo sabemos, pero era preferible verla comiendo bombones finos y no verla perder la clase con la boca llena de pedazos de caña.
Lo más reciente, fue mi cómplice en el 2004 cuando le pedí ayudarme para un capítulo de una novela que yo estaba escribiendo. En esa parte, un hijo enfermo de leucemia, le pide a su madre compartir con él travesuras que él jamás había hecho, como robar una tienda. Para hacer más veraz mi novela, traté de copiar situaciones reales. Mami comenzó a meter en su cartera cosas que tuvieran el dispositivo de seguridad y yo me metí en el bolsillo algo parecido a un destornilladorcito. La risa no la dejó más y pasó por la puerta. El pito se activó y tuve yo que entrar a un cuartito y pagar por lo que mami tenía en la cartera y yo en mi bolsillo. Salimos de allí muy serios y en el carro fue que explotamos de la risa y mami se orinó en el asiento. Entonces me miró y me dijo: -Ay, esta me la cobro yo, desgraciado!
Fue una experiencia muy divertida, aun con los nervios.

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